En los Estados Unidos de mediado del s. XVIII, el té era tan popular como el café. Las damas elegantes de Boston asistían a reuniones llevando sus propias tazas y platos en una caja especial.
No obstante, el comercio del té estaba controlado por los británicos. Después del Motín del Té en Boston, durante el cual un cargamento de té británico fue hundido en el puerto de Boston en protesta por los gravámenes impuestos por los británicos, todo cambió. Los británicos reprimieron duramente a los opositores y la revolución se preparaba.
El té era la bebida de los enemigos y muchos no lo tocaban por principio, aunque se dice que George Washington continuó bebiéndolo. Por otro lado, comerciantes holandeses y los franceses continuaron suministrando café de granos que obtenían en Brasil y en Cuba.
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