viernes, 16 de mayo de 2014

Hablemos de Café




El café es una bebida a la que recurrimos por su naturaleza fascinante y el innegable poder que ejerce sobre nosotros. Su aroma seduce cuando alcanza el sentido del olfato y prepara con anticipación al paladar para recibir su sabor, ácido o amargo, suave o fuerte, según la preferencia de quien lo consume.

Cuando degustamos un buen café caliente, su gusto nos inunda y poco a poco, sabores y aromas se conjugan para componer una sinfonía que nos va reconfortando, nos hace entrecerrar los ojos y paladear lentamente esta bebida.

Y es que el café además del torrente sensorial que representa, es el estimulante por excelencia. La cafeína despierta, aguza los sentidos, nos pone alerta y algún secreto extra debe tener, pues muchas veces, una taza de café ha sido responsable de páginas enteras de buena literatura, del intercambio brillante de ideas que van y vienen entre contertulios o de las notas de un concierto que surgen silenciosamente de la cabeza de algún compositor.

El café y la producción intelectual van de la mano. No en vano y casi naturalmente, el consumo de café genero la apertura de establecimientos especiales, “la escuela de sabios”, como llamaban los turcos a los cafés, creando así un verdadero ritual del que pocos pueden sustraerse.

Tal y como los japoneses con el té, los pueblos árabes han creado su propio ritual del café. Su preparación está reglamentada y el anfitrión lleva la batuta, haciendo intervenir a todos sus convidados en la ceremonia. Participar de ella significa anudar un lazo de hermandad, acoger al extraño y poner en práctica las reglas mínimas de la hospitalidad.

En occidente tenemos nuestros propios rituales, tal vez menos ceremoniosos y más informales, pero igualmente arraigados. Estos surgen al compás de cada momento especial en que consumimos café durante el día. Es un ritual desde el instante en que el café se convierte en el compañero indispensable de cada pausa que tomamos, de cada meta alcanzada, del proceso que lleva a desarrollar una idea, del necesario respiro para continuar con una larga jornada. 

Desde el café a la hora del desayuno hasta el coffee break en la oficina; desde el cappuccino compartido para comentar las últimas novedades hasta el café irlandés degustado en buena compañía; el café siempre está presente en las horas que marcan nuestro día… y en momentos que determinan nuestra vida.

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