No hay reglas ni tabús a la hora de mezclar cafés, pero la idea es combinar tipos de cafés que se complementen y no cafés que sean similares. Un buen punto de partida, para la taza de café ordinario que pueda tomarse a cualquier hora del día, es hacer una mezcla de un 35 por ciento de arábica que aporte el sabor dominante, un 15 por ciento de robusta bien tostado o con mucho cuerpo y un 50 por ciento de un café más neutro y asequible, por ejemplo un Santos brasileño o uno de los tipos de café algo más baratos y de calidad ligeramente inferior de América Central.
El carácter de la mezcla puede alterarse considerablemente simplemente cambiando las proporciones.
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